¿Dónde estuvo Jesús esos tres días desde su muerte hasta su resurrección? ¿Qué pasó con Él cuando terminó el drama visible de la cruz y expiró? ¿Adónde fue en espíritu y qué fue a hacer mientras su cuerpo descansaba en la tumba? Fue a los mismos infiernos a luchar con Satanás y sus huestes para quitarle las llaves del Hades y de la muerte, predicar el evangelio a los muertos, sacar de allí a los que creyeran y a limpiar las malezas del camino de la muerte para que no le tengamos más miedo a ella.
Enfatizar en nuestros sermones los sufrimientos físicos de Cristo en
la cruz como lo peor que le ocurrió, no es correcto ni justo. Es verdad
que la cruz era una de las más horribles torturas antes de morir. La
película “La Pasión” la describe muy bien. Pero el sufrimiento físico no
fue el sufrimiento máximo de Cristo. Además, Jesús no fue el único en
el mundo ni en la historia que sufrió esa tortura pavorosa; miles morían
así en el imperio Romano. Ese mismo día otros dos fueron crucificados y
torturados como Jesús y muchos de sus discípulos fueron luego
crucificados de la misma manera. Lo que hace único al sacrificio de
Jesús no es la agonía de la cruz sino es el abandono temporario del
Padre y su confrontamiento con el Rey de las tinieblas y príncipe de
este mundo. Jesús sufre esos tres días lo que todos nosotros hubiéramos
sufrido en el infierno por la eternidad.
Ya Dios había predicho ese horrible encuentro de su Hijo con Satanás en Génesis 3:15: “Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón”. Jesús aplastaría la cabeza de la serpiente pero no sin sufrimiento.
La continua enemistad: Satán estuvo primero contra
Adán, luego contra el mundo antidiluviano, después contra Israel.
Angustió al pobre Job, tentó a Jesús. Zarandeó a Pedro, abofeteó a Pablo
y anda continuamente como león rugiente buscando a quien devorar. Sus
demonios posesionan y atormentan a mucha gente. Se opone a Dios y a sus
hijos en una lucha continua. Se abusa de nuestra libertad de escoger
para tentarnos. Su éxito es hacernos caer en desobediencia, llenarnos de
sentimiento de culpa, perder la fe, quitarnos nuestra estima personal,
acusarnos ante Dios y condenarnos. Su gran victoria es llevarnos a su
infierno. Es nuestro archienemigo.
Jesús dijo del Diablo: “El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.” Juan 10:10.
Adán, Eva y nosotros, todos sus descendientes, sufrimos muchísimo en
este mundo que, de un hermoso jardín se transformó en un infierno, lleno
de enfermedades, violencia, guerras, plagas, maldad, droga, gobiernos
corruptos, injusticia, desigualdad social, pobreza, raptos, accidentes,
aire sucio y una forma horrible de morir de tumores, cáncer, diabetes,
parkinson, alzheimer, etc., etc., esto es un infierno.
Satanás es el príncipe de este mundo. “Sabemos que somos hijos de Dios, y que el mundo entero está bajo el control del maligno.” 1 Juan 5:19.
Muchos me dicen: Si hay un Dios, ¿por qué hay tanta violencia en el
mundo, guerras, niños raptados, villas miserias, enfermedad, plagas,
injusticia, desempleo, terremotos, huracanes, tornados, inundaciones,
sequías, etc.? Y yo digo: ¿Qué esperan que suceda en un mundo gobernado
por Satanás? ¡Podríamos estar peor! No estamos peor porque Dios lo
restringe (1 Tesalonicenses 2:7). Pero a pesar de esto, tenemos grandes
luchas con él.
Efesios 6:12 dice “Porque nuestra lucha
no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades,
contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas
espirituales malignas en las regiones celestiales.”
Pero Dios dijo que la descendencia de Eva, un día, le aplastaría la
cabeza a Satanás, aunque con gran sufrimiento. Yo no sé por qué el
énfasis del Edén es que Adán y Eva cayeron, fracasaron y que Dios se
enojó con nosotros y que Cristo tuvo que venir a morir en la cruz para
apaciguar a Dios con su sangre. Los únicos protagonistas: Adán y Dios,
pero no se le da la importancia terrible que se le debe a la parte que
tuvo Satanás, que fue crucial. Fue él quien incitó a Eva a desobedecer.
Satanás se mostró como amigo de Eva, sin que ella se dé cuenta que era
su peor enemigo, y la engañó. Hasta que Satanás apareció en la escena
todo andaba bien en el Jardín. Dios visitaba a Adán y Eva, tenía
comunión con ellos y Adán y Eva eran muy felices, hasta que llegó el
Diablo. Satanás nos separó de Dios y comenzamos a vivir bajo su
influencia y autoridad. Desde que Satanás nos tomó cautivos, todos
nacemos “muertos en pecado”, muertos espiritualmente o separados de Dios
por causa de la desobediencia de Adán.
Satanás se hizo el señor o dueño de la muerte o los espíritus de los
muertos y tenía las llaves del Seol, o Hades, donde encarcelaban a los
espíritus de los muertos, hasta que Cristo se las quitó, abrió las
prisiones, liberó a los cautivos y se los llevó al cielo.
Es muy interesante que la historia de la desgracia del Edén comienza
con el Diablo, por culpa de quien todos morimos espiritualmente o
separados de Dios, y termina con el Diablo cuando Jesús le quita las
llaves de la muerte y del Hades. Él es el causante de nuestra muerte por
eso Jesús tiene que ir a él a quitarle el imperio sobre la muerte. La
gestión de la redención se completa cuando Jesús desciende de la cruz a
los infiernos y derrota a Satanás y se hace totalmente efectiva cuando
dejamos este cuerpo aquí y nos vamos en espíritu allá, ya que “carne y
sangre no pueden heredar el Reino de Dios.” 1 Corintios 15:50.
Jesús, para salvarnos, no solamente tuvo que nacer como nosotros de una mujer, sino también morir como nosotros e ir al mismo lugar de los muertos como todos los humanos.
Durante su vida, Jesús enfrentó a Satanás como todo otro ser humano,
¿recuerdan de la tentación en el desierto? Pero en su muerte, al expirar
en la cruz y dejar su cuerpo humano, Jesús descendió en espíritu a los
infiernos, al mismo cuartel general de Satanás, a las partes más bajas
de la tierra, al Hades, al Seol, “el lugar de los muertos”,
donde iban los espíritus de las personas al morir. Jesús fue a
enfrentar personalmente a Satanás, quitarle las llaves del infierno y
soltar a los cautivos llevándolos a la gloria.
Efesios 4:8-9: “Por tanto, dice: Cuando
ascendió a lo alto, llevó cautiva una hueste de cautivos, y dio dones a
los hombres. Esta expresión: Ascendió, ¿qué significa, sino que Él
también había descendido a las profundidades de la tierra?” La Biblia de las Américas (LBLA)
Cuando los creyentes ahora morimos físicamente o nos vamos del cuerpo, no vamos al Hades sino directamente a estar con el Señor.
Esos tres días, entre su muerte en la cruz y su resurrección, Jesús
ejecutó lo que Dios dijo a Adán y Eva en el Jardín del Edén. Jesús se
separó de su cuerpo, pero él, su Espíritu, estuvo haciendo lo que vino
para hacer, herir a la serpiente en la cabeza.
En el Antiguo Testamento, la salvación no estaba definida tan claramente como en el Nuevo Testamento. Nosotros sabemos que los salvos vamos al cielo y los no salvos al infierno. Para ellos el Hades (griego) o Seol (hebreo), era para todos. Los espíritus de todos los muertos estaban en el mismo lugar, en el centro de la tierra, porque para ellos morir era descender al Seol, Génesis 44:29.
Parecería que en el Hades, o Seol, los espíritus de los muertos estaban separados en dos grupos,
uno frente al otro. Donde estaban los malos se le llamaba infierno,
donde estaban los buenos se le llamaba “el Seno de Abraham” o paraíso.
La historia del rico y Lázaro sucede en el Hades
(Lucas 16:20-25). Los malos veían a los buenos y hasta se hablaban. Ese
era el “lugar de los muertos” y Satanás tenía las llaves de este lugar.
Allí es donde el espíritu de Jesús fue al separarse de su cuerpo
físico, al mundo de los espíritus de los muertos que era parte de las
“oficinas centrales” del Reino de Tinieblas, con una temperatura
bastante elevada en el centro de la tierra. Allí estaban todos los
espíritus de los muertos desde Adán hasta ese día. Allí estaban tanto
los piadosos Abraham, Isaac, Jacob, etc. como los desobedientes del
Antiguo Testamento.
La gran pelea. Para despojar a Satanás de las llaves del infierno y de la muerte, tuvo que venir a su planeta e ir a enfrentarlo personalmente a su misma guarida. Jesús descendió a los infiernos. (Credo Apostólico)
Hebreos 2:14-15: “Así
que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, El igualmente
participó también de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder
de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el Diablo, y librar a
los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante
toda la vida”.
Lo que hace estar a la humanidad en temor constante a la muerte
durante toda la vida es no tener seguridad de salvación. Los que ya
hemos hecho la paz con Dios gracias a Jesús, no tememos la muerte. Ahora
los que morimos, no tenemos ningún temor, Jesús pasó por allí y puso
todas las cosas en orden. Nosotros no vamos al Hades, sino a estar con
Jesús.
Colosenses 2:15: “Desarmó además a los poderes y las potestades, y los exhibió públicamente al triunfar sobre ellos en la cruz.” Reina Valera Contemporánea (RVC)
Hebreos 2:14: “para que por medio de la muerte destruyera al que tenía el dominio sobre la muerte, es decir, al Diablo” Reina Valera Contemporánea (RVC)
Satanás es el Rey de la muerte. Su morada está en el
Hades, que es el lugar de los espíritus de los que mueren. Cada uno que
llega, él lo encierra en sus celdas infernales. Él pensó que Jesús, al
hacerse verdadero hombre, sería como todos los demás y al morir, lo
esperaría en el Hades, el mundo de los muertos y lo pondría en una celda
como a todos los demás, que había preparado para él.
Pero que sorpresa cuando llegó Jesús. “¡Un momento!”, le dijo, “Yo vine a quitarte las llaves del infierno y de la muerte, vengo a despojarte de tu autoridad sobre los muertos”.
Jesús se enfrenta con la serpiente antigua y se arma una gran pelea. La
pelea termina cuando Jesús hiere la cabeza de la serpiente y debilita a
Satanás de tal manera que hasta el creyente más débil ahora puede
resistirlo. La lucha fue grande; Satanás el león rugiente y Jesús el
León de Judá se enfrentaron a muerte. San Pablo dice que Jesús descendió
a las partes más bajas de la tierra. Nuestro credo dice que descendió a
los infiernos. A veces pienso que el terremoto que se sintió cuando
Jesús expiró, fue su llegada revolucionaria al Hades, que está en el
centro de la tierra.
Apocalipsis 1:18 “(yo soy) el que vive, y estuve
muerto. Pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las
llaves de la muerte y del Hades (región de los muertos).” Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy (NBLH)
2 Timoteo 1:10 “Nuestro Salvador Cristo Jesús, abolió la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio”
Es muy posible que todo esto quiera también decir que a través de
Jesús, nosotros mismos vencimos a Satanás en el Hades. Recuerden que
fuimos crucificados con Cristo (Gálatas 2:20); fuimos sepultados con él y
resucitados con él (Colosenses 2:12); glorificados (Romanos 8:30); y
hasta sentados en los cielos con él (Efesios 2:6). Todo esto en Cristo.
La raza de Adán, o sea la simiente de la mujer, la misma que fue
seducida y engañada por Satanás, que somos nosotros, estaba representada
en Cristo. Le acompañamos en su muerte, sepultura, resurrección,
glorificación y también le acompañaremos eternamente en los lugares
celestiales. Al morir Cristo, por decirlo así, nos llevó al Hades y al
resucitar, nos hizo el comienzo de una nueva creación. Jesús nos
personificó y se identificó con nosotros en todos los eventos que
nosotros deberíamos haber sido los protagonistas. Por decirlo así,
Cristo ya estuvo presente en Génesis 3:15 con nosotros y nos llevó de la
mano a la cruz con él, al sepulcro, al Hades y nos resucitó para unirse
para siempre a nosotros como esposo y esposa.
Jesús predicó el Evangelio a los muertos. ¿Qué más hizo Jesús cuando descendió al Hades? Jesús descendió a las regiones de oscuridad
para despojar a Satanás de su poder absoluto, desarmarlo, quitarles las
llaves de la muerte y también predicar el evangelio, las buenas
noticias todos los muertos desde Adán. A los que lo aceptaron, los
libertó, los resucitó con él y los llevó a los cielos, de allí en
adelante, los que morimos en el Señor, no vamos al Hades, sino
directamente a estar con el Señor. No descendemos sino que ascendemos.
1 Pedro 3:18-19: “Porque también Cristo murió por los pecados una
sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, muerto en
la carne pero vivificado en el espíritu; en el cual también fue y
predicó a los espíritus encarcelados, quienes en otro tiempo fueron
desobedientes cuando la paciencia de Dios esperaba en los días de Noé,
durante la construcción del arca, en la cual unos pocos, es decir, ocho
personas, fueron salvadas a través del agua.”
Vemos que a los habitantes del Hades, San Pablo en Efesios les llama “cautivos”. San Pedro les llama “encarcelados”, también dice 1 Pedro 4:6: “Porque con este fin fue predicado el evangelio aún a los muertos, para que aunque sean juzgados en la carne como hombres, vivan en el espíritu conforme a la voluntad de Dios”.
Pedro es muy claro que lo que se predicó a los espíritus de todos los muertos del Antiguo mundo,
fue el Evangelio. Evidentemente a los que le recibieron los sacó del
Hades y se los llevó al Cielo. Desde allí, los que mueren en Cristo van
al Cielo, no al Hades. Por eso, cuando Jesús resucitó, “hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra y se sentó sobre ella” Mateo 28:2.
Parecería que hubo dos terremotos, uno cuando Jesús expiró y otro cuando resucitó.
“La tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los
sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían muerto, se levantaron; y
saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Jesús, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos” (Mateo 27:51-53; 28:2 y Marcos 15:37-39).
Estos seguramente son los que respondieron a su mensaje en el Hades y
el Señor los resucitó y los llevó a la gloria y, de paso, visitaron a
sus parientes ¡Qué susto se habrán llevado! Como dijo Pablo: “llevó consigo a los cautivos” (Efesios
4:8). Desde ese momento en adelante, todos los creyentes al morir, no
van más al Hades, sino directamente a estar con el Señor. Parece que el
Hades es ahora el lugar de los que mueren sin Cristo.
Estos dos pasajes bíblicos que afirman en uno que Jesús le predicó a
los muertos de antes del Diluvio (1 Pedro 3:18-19) y el otro que parece
más general porque simplemente dice “por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos” (1 Pedro 4:6).
Esto nos enseña algo muy interesante; contesta la gran pregunta que
todos se hacen. ¿Qué pasará con los que nunca han escuchado el
Evangelio? Si Dios consideró justo que los que murieron antes del
Diluvio lo escuchen y a los que estaban en el Hades cuando murió Jesús
también lo escuchen, seguro que les dará la misma oportunidad a todos
los que nunca tuvieron la dicha de escucharlo. Esto subraya la justicia
de Dios. Los que nunca escucharon en Evangelio en esta vida, lo
escucharán después de muertos.
Esto refuerza la afirmación de Pablo:
Romanos 10:14 “¿Cómo, pues, invocarán a
Aquél en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en Aquél de quien no han
oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy (NBLH)
Esto también refuerza la afirmación de Pedro que “no hay otro nombre debajo del cielo dado a los hombres en quien podamos ser salvos”
(Hechos 4:12). Los que nunca han oído de Cristo, serán expuestos a
Cristo de alguna manera para que tengan la oportunidad de aceptarlo.
No temamos al Diablo. ¿Cómo se podría despojar legalmente a Bill Gates de su empresa Microsoft? Pagándole por la empresa lo que él pida. Jesús lo despojó a Satanás de nosotros pagando el rescate que él pedía.
Pablo dice que Jesús “despojó a los principados y potestades triunfando sobre ellos en la cruz.” (Colosenses 2:15). Lo despojó legalmente pagando el precio que pidió. De manera que Satanás no tiene ningún reclamo sobre nosotros; el gran precio fue pagado.
Pablo dice que “Dios nos ha librado de la potestad de las
tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos
redención por su sangre, el perdón de pecados.” Colosenses 1:13-14.
El creyente no debe tener ningún temor a Satanás. Hemos sido comprados y
rescatados con un precio muy alto. Ahora pertenecemos a Dios y a
Jesucristo. Somos doblemente de Él, por creación y por redención.
Juan dice: “Hijitos, vosotros sois de Dios, y lo habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo.” 1 Juan 4:4.
El creyente más débil puede resistir a Satanás. Dice Santiago: “Someteos a Dios, resistid al Diablo, y huirá de vosotros” Santiago 4:7.
No más miedo a Satanás.
Jesús pagó el rescate con su sangre, descendió a los infiernos y le
quitó las llaves de la muerte. Predicó el Evangelio a todos los que
estaban en el Hades, desde Adán hasta ese día y como muestra de que
había vencido, Jesús resucita a los que le aceptaron en el Hades y
muchos de ellos, quizás los que habían muerto más recientemente y tenían
todavía familiares vivos, se les aparecieron a sus conocidos. No más
superstición: el gato negro, romper un espejo, que alguien trabaje con
nuestra foto, maldiciones, todo lo oculto, daños, trabajos, fetiches,
amuletos, mala suerte, tirar las cartas, curanderos, maleficios, SOMOS Y
ESTAMOS LIBRES de todo esto, NO TENEMOS MÁS MIEDO. Aleluya.
No tememos a la muerte.
Pablo dijo: “Hermanos, no queremos que ignoren que pasa con los
que mueren, para que no se entristezcan como los otros que no tienen
esperanza. Porque así como Jesús murió y resucitó, así también Dios
resucitará Dios a los que murieron creyendo en Jesús.” 1 Tesalonicenses 4:13-14.
Jesús dijo: “No se preocupen, así como creen en Dios crean en mí. En la casa de mi padre hay muchas mansiones… Voy a preparar lugar para vosotros… para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” Juan 14:1-3.
Jesús dijo: “No se preocupen, así como creen en Dios crean en mí. En la casa de mi padre hay muchas mansiones… Voy a preparar lugar para vosotros… para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” Juan 14:1-3.
CONCLUSIÓN
Jesús en espíritu bajó al Hades, lugar de los muertos, al imperio de
Satanás, Reino de Tinieblas, los lugares secos donde los espíritus
buscan reposo y no lo hallan. Lugar de ignorancia e incertidumbre (Mateo
12:43). Jesús, después de haber pagado el precio total del rescate que
Satanás pedía por la humanidad, fue a liberar a los muertos desde Adán
hasta Cristo de su esclavitud. Y librarnos a nosotros del miedo a la
muerte.
Jesús le quitó las llaves de la muerte a Satanás, ahora él dirige esa industria.
Jesús predicó las buenas noticias de salvación a los muertos.
Jesús resucitó con él a los que las aceptaron y los llevó a la gloria. Los resucitados, de paso fueron a saludar a sus parientes. ¡Qué susto!
Jesús le quitó las llaves de la muerte a Satanás, ahora él dirige esa industria.
Jesús predicó las buenas noticias de salvación a los muertos.
Jesús resucitó con él a los que las aceptaron y los llevó a la gloria. Los resucitados, de paso fueron a saludar a sus parientes. ¡Qué susto!
Gracias a Jesús, ahora los creyentes que morimos no vamos al Hades
sino directamente a estar con el Señor (Hechos 7:55, 59; Filipenses.
1:23).
Gracias a Jesús, no más temor a la muerte. Jesús abrió y alfombró el camino desde la tierra al cielo.
Satanás ha sido vencido y Jesús nos dio su nombre para confrontarlo
cuando nos ataca. Satanás se avergüenza cuando le nombramos a Jesús,
pues se acuerda que lo derrotó y despojó legalmente de su autoridad
sobre nosotros pagando el precio de nuestro rescate. Y que le quitó las
llaves del Hades.
Y cuando resistimos al Diablo, él huye de nosotros.
Y también nos libró del miedo a la muerte y de la esclavitud de la superstición. ¡Somos LIBRES y LIBRES PARA SIEMPRE!
Y también nos libró del miedo a la muerte y de la esclavitud de la superstición. ¡Somos LIBRES y LIBRES PARA SIEMPRE!
AUTOR: JUAN CARLOS ORTIZ