EVANGELISMO CON FUEGO
Autor: Reinhard Bonnke
Pasado el tiempo, comencé a darle vueltas a esta idea, pues me disgustaba pensar en que el Evangelio no traería buenas nuevas, si nadie lo oía, y si no se predicaba dejaría de ser Evangelio. Luego, otro rayo de luz iluminó mi corazón; en el Nuevo Testamento no se habla de que Dios andaba por hay haciendo y deshaciendo, sino "Ellos salieron a anunciar el mensaje por todas partes; y el Señor los ayudaba" (Marcos 16:20). Dios hacía cuando los discípulos hacían, según, Smith Wigglesworth, el libro de los Hechos fue escrito precisamente para dar fe de lo que los apóstoles hacían.
"Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación" (1 Corintios 1:21).
Dios está esperando por nosotros, y esto me incluye a mí, de manera que no pude obviarlo en mi ministerio.
Comencé a impartir un curso de Biblia por correspondencia, y 50.000 personas se involucraron. Así me di cuenta que me encontraba inmerso en una mar de vidas hambrientas de la Palabra de Dios. Por otro lado, todas las noches me perseguía la visión de que, en su tiempo, y nación tras nación, África era lavada en la sangre de Cristo.
¡Ya no había que esperar un avivamiento! ¡Ya lo teníamos! Habíamos esperado por él cuidadosa y pacientemente durante largos años de evangelización. Con toda seguridad Dios respondería ahora.
Aún tenía que enfrentar otra realidad. No podía haber avivamiento sin una labor evangelista violenta. Entonces, en un arrebato aparentemente salvaje, reservé 10.000 asientos en un estadio para dar una campaña con una iglesia que contaba con apenas 40 miembros. Allí Dios demostró que su mano estaba presente, porque hubo 10.000 personas en la campaña y por primera vez vi miles de personas responder al llamado de la salvación. Dios abrió mis ojos para ver lo invisible: y vi la ola poderosa del Espíritu Santo tomar el control de aquel lugar. Fuimos testigos de numerosos bautismos en el Espíritu y de incontables milagros de sanidad. Aquel día lloré como un niño mientras le prometía a Dios, que, en obediencia, iría por toda África para llevar a efecto mi visión de que todo el continente fuera bañado en la sangre preciosa de Jesús; porque si Dios había hecho milagros y maravillas con 10.000, también podría hacerlo con 450 millones.
Lo que Dios está haciendo en África hoy es impresionante, extraordinario. Con paso agigantado hoy cosechamos con gozo lo que con lágrimas sembramos. Vinimos a Bukavu, antes visitada por el misionero C.T. Studd, y aún perdida en los bosques tropicales de Zaire. Allí pudimos ver cómo 70.000 personas entregaban sus vidas a Cristo. David Livingstone había profetizado que allí donde apenas hubo un convertido, habría miles, y así fue. En Brantyre, Malawi, nombrada como la ciudad escocesa donde Livingstone nació, varios miles de personas respondieron al llamado de la salvación.